Georges BraqueTorero de abril a mayo del 2000 Georges Braque fue el pintor que hizo posible la estética cubista. Cézanne lo había intentado con sus paisajes que alertaron el primer esbozo, después vinieron las aproximaciones de Braque y luego las genialidades de Picasso. En "Torero", sin fecha de impresión, Georges Braque alude a un tema que interesaba a los artistas de principios del siglo: la tauromaquia en su sentido de fiesta y ceremonial, de rito que combinaba la valentía del hombre ante la embestida del animal. Con unos cuantos rasgos, con esa capacidad que distinguía al pintor francés, la dinámica del toreo queda plasmada. Bastan esas líneas de colores para entregar un destello de la gestual de un acto que se sitúa a contrapelo del espíritu contemporáneo. Si Georges Bataille en "La historia del ojo" nos remitía a la cornada y muerte de Manolo Granero, o Picasso se deleitaba con la fuerza indudable de los bureles mitológicos y aquellos que estaban destinados al sacrificio taurino; Georges Braque hace que su matador tenga algo de íntimo, de espacio reflexivo que lo convoca por otros territorios del imaginario. El rescata a su personaje del bullicio de la plaza y de los gritos estentóreos, parece que le importa colocarlo en el plano de las diferencias y de las singularidades, le otorga la soledad compartida. El torero es él y su circunstancia, para remitirlo al inefable Ortega y Gasset, es el diestro que lidia al animal y que lo hace en esa marginalidad que es acto íntimo y envoltura de sombras. Su fuerza, la que le insufló el arte de Braque, es la de ser él y su certeza.
Andrés de Luna
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