Entrevista Andrés de Luna
México D. F. de 2008
Una galería universitaria está condicionada por un hecho esencial: ser un vehículo de conocimiento dentro de una comunidad con intereses diversificados. Por esa razón, mi paso por la Galería del Sur (1995-2008) puso énfasis en dos aspectos elementales y complementarios a la vez, la exhibición de artistas consagrados, maestros para decirlo de algún modo, así como jóvenes creadores que se enfrentaran con los fantasmas de lo que exige una muestra.
El resultado fue el de una cierta pluralidad cuyo único filtro era la calidad de los expositores. Se trataba de continuar con la magnífica labor ejercida por el maestro Víctor Muñoz, quien funda y le da cuerpo al proyecto de la Galería del Sur. Claro está que cada encargado de estas salas de exhibiciones procura otorgarle un sesgo peculiar de acuerdo a su formación y al interés que le generen algunas ideas plásticas.
Se trataba de impulsar una suerte de ejercicio didáctico sin abusar de esta consideración que a veces se convierte en muro infranqueable. Ya lo decía el ensayista Georges Steiner: “lo didáctico es a veces un obstáculo que impide el libre flujo de las ideas”. En ese sentido, se dio por concluido ese aspecto y se buscaron otras opciones en las que el único sello de las exhibiciones fuera la diversidad.
Otra de las luchas que se lograron ganar fue la de nombrar las salas de la Galería del Sur con los nombres de tres maestros de la plástica nacional. Así, la ubicada en la planta baja del Edificio Central se le impuso el nombre de Leopoldo Méndez, en memoria de este creador que ejerció las artes gráficas a través del impulso de la cultura posrevolucionaria; en tanto que la sala de la Biblioteca lleva el nombre de Yvonne Domenge, escultora que ha hecho suyos muchos de los proyectos de la Galería del Sur, y cuyas piezas ha donado en algún caso, mientras que otro las ha dejado en comodato. Por último, la que corresponde a la antesala de la Rectoría de la Unidad se la denominado Gilberto Aceves Navarro, justo reconocimiento a un hombre comprometido con la UAM. Otro hecho que tuvo ciertas resonancias fue el Espacio Babel, que ha exhibido piezas de artistas de distintas épocas, entre ellos a Durero, Dalí, Picasso, Miró, Korda y muchos otros.
Difícil, como todos los proyectos sólidos, el de la Galería del Sur ha pasado por una serie de hitos que hablan de una trayectoria. Por ejemplo, en algunos momentos sólo se podía fotocopiar una hojita para anunciar las exposiciones; hecho que luego fue desbordado y se llegó a la realización de catálogos breves e incluso a la de pequeños libros.
Toda esa labor se pudo realizar gracias al auxilio de colaboradores de la eficacia de Cecilia Ezeta, Tatiana San Vicente, Alejandro Cárdenas y, sobre todo, y eso lo señalo por la consistencia y lucidez de su participación de Mariana Beltrán. Sin olvidar el trabajo de los compañeros del Servicio Social.
Por último, algo que debe destacarse es el interés por consolidar una visión en torno al arte mexicano en diálogo constante con una comunidad que celebraba o, incluso llegó a ocurrir,que se mostrara reacia ante propuestas que consideraban de mayor hermetismo en sus significaciones o que levantaban ámpula por su visión en torno a lo corporal. El reto era el mismo al principio y al final: conservar una línea resguardada por la calidad de la obra.
Ese fue el intento.
Andrés de Luna
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